En todas las disciplinas del arte tenemos varios ejemplos de obras maestras inacabadas por sus artistas. En literatura la inquietante novela "El proceso" de Kafka, en pintura la misteriosa "La adoración de los magos" de Leornado da Vinci y en música la transcendencia coral del "El réquiem" de Mozart por poner sólo tres ejemplos de las artes más representativas. Quizá sea lo incloncluso el valor añadido que le da más valor aún. Una obra de arte nunca esta finalizada del todo, siempre se va modificando de manera misteriosa, con el tiempo aparecen más atributos, nuevas apreciaciones de ahí su calificativo implícito de imperecedero. En cine tenemos un ejemplo con la recientemente editada en DVD
"La pasajera" del polaco Andrzej Munk. Durante el final del rodaje de la película un fatal accidente automovilístico dejó sesgada la escasa filmografía de un director genial. Su colaborador y amigo durante el rodaje Witold Lesiewicz se encargó de finalizar el filme con un respeto mayúsculo hacia su creador. La magnífica película empieza con una serie de fotografías y una voz en "off" que nos relata de que se trata de una película no acabada por el trágico accidente de su director y juega con la incertidumbre de las escenas no rodadas por Munk. La excepcional película empieza como definiría poco más tarde Chris Marker en su
"La jetée" como un "photo roman". Se nota la inspiración y la influencia que despertó en Marker "La pasajera". Las imágenes estáticas de un transatlántico y de sus acomodados y risueños pasajeros con una voz que narra la historia cautivan desde un principio de una manera muy especial. Luego hay dos retornos al turbio pasado de una pasajera a raíz de un "shock" y nos trasladamos al dantesco Auschwitz donde Munk rodó el tramo central de la película y donde ésta recobra el movimiento perdido. Cuando la película transcurre por el campo de concentración etiquetado cruelmente como "Arbeit macht frei" (El trabajo te hará libre) lo observamos desde el punto de vista de la supervisora nazi, una perspectiva del todo poco usual y que a mi modo de ver enriquece a la visión global de lo que pasó en ese infierno. Lo que más impacta es el día a día con unas imágenes duras y crueles que están casi siempre en un segundo plano sin ápice de enfatización haciendo que el horror se quede como un poso en el alma. Los verdugos nazis pasan los días haciendo su trabajo y tienen momentos de ocio donde se recrean con música interpretada por sus prisioneros. La escena atrae al recuerdo el cuadro del Bosco
"El jardín de las delicias" donde representó el infierno como un lugar lleno de instrumentos musicales. En el infierno también hay música aunque sea sólo para poder soportarlo.