sábado, 29 de septiembre de 2007

EN LA CIUDAD DE ESTRASBURGO


Estrasburgo es una ciudad tranquila donde los tranvías, las bicicletas y el andar sobre los adoquines marcan el ritmo pausado y sosegado de los habitantes.
El latido de esta ciudad se puede contemplar en la nueva película de Guerín. Dividida en tres noches, el filme arranca en una pequeña habitación de un albergue donde un joven sentado sobre la cama medita a la espera de inspiración, al rato impulsivamente toma notas con su lápiz sobre el cuaderno. El sonido del lápiz en la hoja marca un ritmo sonoro que enlaza con el tren de sombras proyectadas en la pared blanca de su cuarto. La vida bohemia y contemplativa tiene a un representante que parece sacado de otra época donde el estrés y el agobio eran palabras aún no inventadas o utilizadas. La propuesta del realizador barcelonés es contemplar y dejarse llevar por la carencia de las imágenes, del ritmo cotidiano de la ciudad, de los diálogos de sus habitantes atrapados al vuelo.
La actitud de "voyeur" del protagonista roza los límites de la poesía cuando acunado en la terraza de un tranquilo café observa a unas preciosas chicas francesas -- viva Guerín-- hablando, sonriendo, gesticulando y mirando coquetamente a sus interlocutores que son astutamente ninguneados por el joven "voyeur". Al final se suma un dueto de violinistas a modo de una banda sonora romántica que logra enfatizar el clímax de la escena a lo más alto. La búsqueda de la belleza que el artista intenta plasmar en su cuaderno queda reflejada en una chica. Preso por una belleza que cree conocida la persigue por las tranquilas y bellas calles de la capital alsaciana medio alemana medio francesa. Película visual donde apenas hay diálogos es buena deudora de los filmes silentes y homenajea en el siglo XXI el inicio del cine donde todo el peso recaía en la fuerza de sus imágenes.

Hace relativamente poco fui a ver la espléndida exposición itinerante con el título de Correspondencias Erice/Kiarostami --ahora descansa en París-- en el CCCB de Barcelona. En los días posteriores a la inauguración Alain Bergala moderó un coloquio con ambos directores en una sala del CCCB. Hablaron largo y tendido y con buen sentido de humor en sus réplicas. El punto de vista del CINE de ambos quedó claro que era bastante coincidente. En el arte cinematográfico que ellos esculpen fotograma a fotograma eliminan cada vez más el artificio y se quedan con la esencia, la sencillez de lo que quieren captar. Para ellos, decían ambos, no hay mejor banda sonora que el sonido de la naturaleza o de la ciudad, de la vida en definitiva. Al poco de empezar el coloquio entra en la sala un tipo alto con una gorra bien encasquetada y se pierde discretamente entre el numeroso público. Era José Luis Guerín. Uno de los mejores discípulos de esos maestros del séptimo arte. Guerín demuestra en este último trabajo que está iluminado por la luz de esos dos faros y que su rumbo sigue la estela marcada por ambos autores del cine más puro.

"En la ciudad de Sylvia" es una película sencilla que transmite unas sensaciones muy especiales. Al salir del cine me senté en el banco de una plaza a ver el fluir de la ciudad y a comprobar si en mi cuaderno caía alguna nota. No hubo suerte, las diferencias eran demasiado fuertes.

viernes, 21 de septiembre de 2007

UN CHIEN ANDALOU

Érase una vez unos "genios" que se hicieron amigos en una residencia de estudiantes y se explicaron sus sueños. Dalí y Buñuel junto a Lorca formaron un triunvirato sin igual, aglutinando un conocimiento increíble en las letras, la pintura y el cine. Pepín Bello como compañero de juergas fue testigo de múltiples anécdotas sobre todo por su participación en las aventuras nocturnas en Toledo. En 1923 formaron la "Orden de Toledo" donde Pepín era el secretario. Dentro de la "Orden" había diferentes rangos el más alto era el de caballero y para acceder a ese honor un requisito importante era amar a Toledo sin reserva, emborracharse por lo menos una vez a la semana durante toda una noche y vagar por las calles. Los que preferían acostarse temprano no podían optar más que al título de escudero. Dalí era caballero pero con la indicación de "degradado". En sus excelentes memorias --Mi último suspiro-- Buñuel cuenta:
"Después, subíamos a la ciudad para perdernos en el laberinto de sus calles, acechando la aventura. Un día, un ciego nos llevó a su casa y nos presento a su familia de ciegos. Ni una luz en toda la casa, ni una lámpara. Pero, en las paredes, cuadros de cementerios, hechos de pelo. Tumbas de pelo y cipreses de pelo."
Respecto a su primera película "Un chien andalou" nos explica como surgió:
"Esta película nació de la confluencia de dos sueños. Dalí me invitó a pasar unos días en su casa, al llegar a Figueras, yo le conté un sueño que había tenido poco antes, en el que una nube desflecada cortaba la luna y una cuchilla de afeitar hendía un ojo. Él, a su vez, me dijo que la noche anterior había visto en sueños una mano llena de hormigas. Y añadió: ¿Y si, partiendo de esto, hiciéramos una película?"

Así nació la idea de la primera película surrealista de la historia. La película dura poco más de quince minutos. En ella hay escenas que han pasado a ser iconos y referencias en la historia del séptimo arte y para muchos directores. La escena de la mano cortada está plasmada en "Corazón salvaje" de David Lynch donde un perro la lleva en la boca en claro homenaje a "Un chien andalou". Por cierto no sale ningún perro en la película de Buñuel y Dalí. En otra escena aparece la mariposa "Acherontia Atropos" que se caracteriza por tener en el tórax un aspecto semejante a una calavera. En "El silencio de los corderos" aparecía en el cartel de la película situada en la boca de Jodie Foster. En la película de Buñuel y Dalí los dos malogrados protagonistas Pierre Batcheff y Simone Mereuil observan horrorizados la calavera en la mariposa, parece un macabro juego del destino, ya que el protagonista a los pocos años se suicidó y ella tras la segunda guerra mundial regresa a su tierra natal víctima de una terrible depresión. También se suicidó a los 51 años empapándose con gasolina y quemándose viva en una plaza pública.

"Un chien andalou" se estrenó en 1928 en "Studio 28" un precioso cine de arte y ensayo situado en pleno corazón de Montmartre (París) y que aún sigue en pleno funcionamiento.


un chien andalou
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jueves, 13 de septiembre de 2007

DE VUELTA DE BILBAO (II)


Desde el Ayuntamiento, mi punto de partida habitual, voy orillando la ría dirección mar Cantábrico hasta el puente Zubi-zuri diseñado por el señor Calatrava. En el suelo del puente se pueden observar el apaño de unas tiras negras anti-deslizantes puestas a causa de las repetidas caídas producidas por un suelo de cristal traslúcido --nocturnamente lumínico-- y sobre todo resbaladizo en los días más lluviosos. El valenciano no tuvo la lucidez de pensar que el Norte no es el Mediterráneo y que llueve con más frecuencia por esos parajes.
Caminando a paso ligero me topo con dos nuevos (mini)rascacielos llamados las torres Izoaki (en el 2004 no estaban), y al poco rato llego al emblemático Guggenheim. Una obra de arte de la arquitectura moderna proyectado por un potente programa informático a las órdenes de Frank Gehry y donde la línea recta brilla por su ausencia.
Maravillado por el espejismo del barco de titanio estancado en la ría decido entrar en el buque.
Dos factores determinan fuertemente mi decisión artística. La ausencia de muchedumbre y las dos (1 y 2) interesantes exposiciones temporales programadas. Dentro, mi percepción del espacio físico cambia. Desde el imponente atrio que actúa a modo de corazón de esta ahora ballena metálica, contemplo el bombeo constante de visitantes como glóbulos sanguíneos desplazándose por las distintas arterías hasta las diferentes cavidades y salas de su enorme cuerpo de mamífero marino.
Cuando salgo maravillado por las exposiciones y por el espacio que las alberga me voy al injustamente poco valorado y desconocido museo de las Bellas Artes casi colindante con el hermano guapo al que todos adoran y fotografían. Entro en la moderna y muy agradable cafetería del museo con unas vistas al bonito parque de Doña Casilda, también conocido por los bilbaínos como el parque de los patos. Tomo el café. El pato feo del cuento ahora me parece más guapo.
Paseo por el parque verde y repleto de hermosos y frondosos árboles que invitan a la lectura. Busco reposo en un banco tranquilo y leo un poco del libro del genial Walser:


"A menudo se sentía atraído por los árboles, que echan raíces en silencio y ocupan el lugar que les asignó quien los plantó"

Al rato de pensar asocio los árboles a las personas que echan raíces en las ciudades y que se plantan en ellas por nacimiento, trabajo o amor.
De regreso y con el alma recargada de arte busco una tienda donde avituallarme. No falta mi palmera de coco (las mejores del mundo). Recobrando las fuerzas por el alimento perentorio la ría traza mi camino de regreso.

jueves, 6 de septiembre de 2007

ESCRITOS LITERARIOS


Hace tiempo leí un ensayo -- Escritos literarios-- de Arthur Schopenhauer donde trata principalmente sobre literatura. Ahora lo he releído con más placer y donde he encontrado unas perlas que me parecen verdaderamente geniales. Aquí van algunas:

"...De todo ello resulta que los pensamientos depositados en el papel no son más que la huella de un caminante en la arena. Vemos bien el camino que ha tomado, pero, para saber lo que él ha visto en el camino, debe uno servirse de sus propios ojos."

"Para leer lo bueno, hay una condición y es no leer lo malo, porque la vida es corta y el tiempo y las fuerzas, limitadas.
Repetitio est mater studiorum. Todo libro importante debe leerse dos veces, lo uno, porque la segunda vez se perciben mejor las cosas en su totalidad, y no se comprende bien el comienzo hasta que no se conoce el fin, y lo otro, porque a la segunda lectura se lleva otra disposición de ánimo que la primera, lo que modifica la impresión, como cuando se mira bajo nueva luz un objeto anteriormente contemplado."

"La palabra del hombre es el material más duradero. Cuando un poeta traduce su más fugitiva impresión en palabras que le son exactamente apropiadas, esa impresión vive durante largos siglos, y se reanima sin cesar en el lector que es accesible a ella."

miércoles, 5 de septiembre de 2007

DE VUELTA DE BILBAO ( I )


El buen tiempo me ha acompañado estos tres días en Bilbao, las nubes grises han bañado las calles del bocho atravesado por su artería verde. Desde "la variante ovoide de la desocupación de la esfera" que mira al Ayuntamiento me dirijo al casco viejo y a sus bilbaínas siete calles.
Paseando compruebo que desgraciadamente las fuentes modernas estilo monolito no sólo están en Barcelona. En un frontón cubierto juegan a la pelota vasca, el ruido reverbera hasta en la calle. Con el eco de la pelota persiguiéndome por la calle desemboco en la plaza Unamuno. Por una calle lateral me encuentro por pura casualidad la casa donde nació el escritor Miguel de Unamuno, me alegro por el hallazgo. Por otra parte me entristece observar que a pocos metros hay una persiana metálica pintada con una siniestra águila con fondo negro, me recuerda a los nazis de la SS. Con mal cuerpo acelero el paso hacia el mercado.
Por suerte para el bolsillo y por desgracia del paladar la tienda enfrente del mercado que exclusivamente vende angulas está cerrada hasta nueva campaña pesquera. En el mercado de la ribera (el más grande de Europa según leo) me paseo por la primera planta exclusiva de pescado. Veo entre muchos peces unos bonitos del norte enormes, al lado unos orientales asombrados los observan con unos ojos como platitos ovalados. En una esquina un señor con barriga de comer bien, con "cubata" y ducados en mano (son las once de la mañana) está pasando las cuentas de las ventas entre sorbo y sorbo. Subo al piso superior de carnes y frutas, el movimiento browniano incesante del mercado me marea y decido tomar descanso en el bar "Degustación" situado en el centro del mercado. En el taburete y con el café en los labios observo una foto que pone mis ojos como platos de verdad. Se trata de una instantánea tomada en los años 50 donde unos mozuelos se bañan en la ría con arena playera en la orilla. La suciedad actual de la ría es de las pocas huellas que quedan del pasado industrial y aunque cada vez está más limpia me temo que el emular a los bañistas será un acontecimiento que nuestros ojos no verán. Salgo del mercado y con el sabor del café perentorio aún presente en mi boca me cruzo con los orientales de antes (parecen japoneses) con las bolsas llenas de pescado y vociferando alegremente. Por propia tradición compro una palmera de coco (sólo las he encontrado en Bilbao) y vuelvo a casa. Desde la calle cojo un ascensor público que previo pago de 0,35 euros asciendo al parque de Etxebarría ocupado temporalmente por un circo y tristes barracas con atracciones de pueblo.
Por mi cabeza baila la imagen del chico que trabaja como ascensorista, pienso: ¡Qué trabajo más aniquilador! Todo el día arriba y abajo, nunca mejor dicho.

Con el sabor de la palmera aún en el paladar entro a casa a descansar.