domingo, 7 de junio de 2009

CRÓNICA DE ANNA MAGDALENA BACH

Del texto del libro "La pequeña crónica de Ana Magdalena Bach" se extraen pasajes de la vida del gran compositor alemán que rezuman un gran romanticismo y amor, propios de una esposa entregada y nos sitúan en una época en la cual aún la música no se consideraba un arte, sino un oficio, el propio Bach trabajaba sin descanso dando una obra prolífica y de inmenso valor artístico.
El libro de la editorial Juventud omite el nombre de la autora, de esta forma un lector poco avispado supone que está escrito por la segunda mujer de Bach (supongo que esa táctica está estudiada para poder vender mejor el producto). En las otras editoriales europeas no son tan zafios y ponen el nombre de la autora.
Lo cierto es que el libro se consideró anónimo y más tarde se atribuyó a una musicóloga de principios del siglo XX de nombre Esther Meynell que a su vez se inspiró en otro libro del 1802. Lo cual deja al lector un gusto agridulce. El libro está plagado de pasajes muy hermosos y nos transporta a una época donde Bach se dedicó exclusivamente su gran pasión, la música. Para su lectura recomiendo enfebrecidamente escuchar su música en especial las pasiones.
Para complementar la literatura del músico existe la gran película "Chronik der Anna Magdalena Bach" de Danièle Huillet et Jean-Marie Straub, donde la música no es un mero acompañamiento sino que actúa como protagonista total en toda la filmación siendo uno de los grandes homenajes al cantor de Leipzig, una película fundamental sobre Bach. En algunos planos del film musical se observa al maestro frente a su instrumento favorito, el órgano, el cual decía, es el que mejor refleja el alma.

"Cuando componía música o, mejor, cuando improvisaba, sobre todo en el órgano, era cuando volcaba su corazón y llegaba a las regiones de que provenía y en las que él, y tal vez sólo él, estaba como en su casa. Mucha de la magnífica música que fluyó de él no la volverá a oír ningún oído humano; no salía de él más que una vez, no la escribió nunca y se perdió para siempre, como él mismo, más tarde, en la armonía del cielo. Solamente una reducida comunidad de vivientes le oyó tocar esa música, y esas personas escuchaban, absortas, la variedad celestial de voces que fluía de su alma y de sus manos; pero cuando tales seres dejen este mundo mundo, se habrá perdido hasta el recuerdo de esa música, y ése es un motivo de gran tristeza para mí."
"La pequeña crónica de Ana Magdalena Bach" (Página 122)

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