Por un camino que desciende de la pequeña montaña de los judíos oteo la ciudad soñolienta que empieza a despertar con la luz tenue del día.
Un punto brillante en medio de los amontonadas edificaciones reverbera. Como la estrella de una constelación urbana. Como el abrir de una ventana, un fulgor a modo de saludo. Su visión casual logra que me alegre por un momento.
Hasta que el brillo se apaga lentamente al ritmo ascendente de un poderoso sol que aniquila la débil y titilante estrella urbana.
viernes, 22 de febrero de 2008
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7 comentarios:
No me diga qué es usted capaz de distinguir la luces del obrador de Sacha, en medio de la ciudad.
Podría ser la llamada del croissant. Que por cierto, tengo que hacer el peregrinaje hacia el santuario de Sacha en Semana Santa.
Saludos!!!
Me ha dado la sensación de estar ahí mismo con usted bajando de la montaña mirando la ciudad.
Jove, me había prometido a mí misma no volver a comer nunca más harinas blancas pero me lo está poniendo difícil con tanta llamada a la tentación por aquí y por allá...
Caiga en la tentación mujer, no se reprima. La repostería donostiarra tiene justificada fama.
Está hecho Maumau.
Allí estaré, amigo maumau. Y ténganlo bien claro: una cosa son las harinas blancas, y otra las harinas blancas de Sacha...
mucho iluminan esos dulces de sacha, vive dios.
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