martes, 21 de agosto de 2007

LITERATURA DE MERCADO


En el mercado de la Boqueria se puede encontrar una variedad de alimentos espectacular, incluso hay una sección de una parada donde se pueden adquirir insectos como cucarachas -Kafka acude a mi memoria-, saltamontes, hormigas, orugas y arañas entre otros bichos. Sobre gustos hay mucho escrito.


Aparte de comprar alimentos de todo tipo también se puede comer -muy bien por cierto- codo a codo con personajes de la política o del mundo de la farándula incluso con cocineros de primera línea. El más clásico es el regentado por Juanitu (hijo del gastronómico barrio de Poble Sec) que a modo de Gepetto articula en los fogones de su Pinocho a sus sobrinos como si fueran títeres para preparar unos platos muy clásicos y ricos como los revueltos de setas, de gambas y el archipopular cap i pota. Para acabar se puede tomar el café acompañado de un buenísimo chucho que actúan como un colofón perfecto a una comida a pie de barra. Lo mejor de estos lugares es dejarse aconsejar por el amo, Juanitu lo hace con sumo gusto. Otro lugar más barato y con menos gente es el Quim donde también dan de comer rico.



Siempre que me pierdo en el laberinto de las paradas del mercado acabo encontrando mi minotauro especial, mi casa de Asterión. No ofrece alimento material, lo suyo es el intelectual. Sopa de letras que entran por los ojos en vez de por la boca. Es una parada liliputiense donde hay libros de segunda mano escogidos de manera especial por su dueña, como una campesina que ofrece lo mejor de su huerta. Se encuentra en una calle pequeña y estrecha que comunica la plaza de Sant Galdric (utilizada por los payeses para vender sus hortalizas) con la calle del Carme. Los libros parecen que sean su biblioteca y están acompañados por fotografías de algunos escritores a modo de cuadros dando la sensación de que sus autores están satisfechos por el trabajo hecho. La propietaria sentada en un taburete lee, levanta la vista y agradece la compra esbozando una sonrisa de gratitud.


Volviendo a casa en el metro observo como leen algunos pasajeros "libros" (los últimos premios planeta, folletos mediáticos, "best sellers", etc...) que asocio a esa comida llamada "fast-food" que destrozan la salud bocado a bocado. Esos seguro que no van al mercado a comprar, pienso. Creo que la idiotez campante en nuestra sociedad se debe a la mente atrofiada por el alimento servido en libros y televisiones con contenido poco adecuado y sin sustancia o a la ausencia de valores intelectuales. Leen de forma mecánica y no les importa que leer, no tienen espíritu crítico. Pienso más vale no leer que leer eso. Más vale no comer que comer porquería. Vuelve a acudir a mi memoria Kafka que murió tuberculoso y de inanición.

6 comentarios:

Feingeschliffen dijo...

Sí señor. Más vale no leer que leer sandeces, más vale no ir al cine que ver películas estúpidas, más vale no escuchar música que escuchar canciones basura. Siempre me he preguntado por qué la gente es tan perezosa para indagar en las artes.
Saludos.

maumaunoexiste dijo...

Una opción como muy bien dice el capitán Haddock es el exilio interior y el orgullo mandinga.
SAludos!

Jove Kovic dijo...

Sin duda el orgullo mandinga es algo que nunca deberíamos perder, aunque nos amenazaran a todos con cortarnos el pie ( de la buena literatura, se entiende)

SallanWorld dijo...

Kunta Kinte!

Me llamo Kunta Kinte!

ekilore dijo...

Qué curiosa me resulta tu reflexión después de leer el post de Feinges. Creo que soy de las que prefiere acceder a la información sea cual sea. En la Facultad de Comunicación me enseñaron que la información es poder, aunque suene a sentencia de Tony Montana.

Creo que en el pajar, a veces se encuentran agujas. De hecho, yo me he encontrado con los cuatro fantásticos en esta enorme aldea global de la blogosfera ;)

Un abrazo a los cuatro

Anónimo dijo...

Mejor no hablar de los cuatro fantásticos después de lo de Santander, buaaaaaahh!!!!